Los años pasan, los hijos crecen y llega el momento de que abandonen el hogar. Muchos padres pueden experimentar sentimientos encontrados y es habitual que necesiten un periodo de adaptación a la nueva realidad.
Los progenitores, especialmente las madres, pueden sentir tristeza y soledad cuando los hijos se independizan. También es habitual que no sepan qué hacer con el tiempo del que ahora disponen y pueden surgir sentimientos de inutilidad o apatía. En ocasiones, los padres pueden mostrarse excesivamente dependientes de los hijos y ser incapaces de darles el espacio que ahora necesitan, creando tensiones entre ellos y dañando la relación.
Tras muchos años de cuidados constantes a los hijos puede haberse dejado de lado la relación de pareja, y por ello es necesario volver a reencontrarse con la otra persona, planear cosas juntos, retomar aficiones, escucharse, etc. Hay que tener en cuenta que todo cambio de etapa requiere una adaptación, es por ello que resulta fundamental tener paciencia y tratar de tomarnos las cosas con calma.
En el caso de las familias monoparentales, esta situación puede resultar más difícil de superar, ya que la independencia de los hijos en este caso es aún más notoria para el padre o la madre que han llevado a cabo todas las tareas en solitario. Para ellos también es el momento de dedicarse a sí mismos, aunque es posible que la adaptación a la nueva vida sea algo más lenta y que disponer de tanto tiempo al principio resulte abrumador, pero con paciencia es posible aprender a gestionarlo y tener una vida plena al margen de los hijos.
Si la tristeza y la apatía derivan en un estado depresivo que se alarga en el tiempo, es hora de consultar con un profesional.