Hay determinados niños que literalmente no son capaces de estar quietos: en clase a menudo son regañados por hablar mucho con los compañeros, se caen de la silla, se balancean, se levantan varias veces, no dejan atender a los demás… Llevan muy mal las situaciones de espera o tienen una escasa tolerancia a la frustración. Además, pueden distraerse a menudo, «estar en las nubes», olvidar el chándal del colegio, perder material escolar o juguetes, nunca apuntan las tareas en la agenda o son incapaces de concentrarse a la hora de hacer los deberes. En estos casos, podemos estar hablando de niños con Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).
Puede darse el caso de que un niño sea hiperactivo pero capaz de mantener la atención en tareas que requieran un esfuerzo considerado o por el contrario, no ser especialmente movido pero sí costarle mucho concentrarse en los estudios o prestar atención en clase.
Estos niños a menudo son etiquetados como vagos, pasotas, maleducados o desconsiderados, cuando la realidad es que en muchas ocasiones no pueden controlar sus impulsos, se olvidan de lo que les hemos pedido que hagan o no tienen un buen método de estudio adaptado a sus necesidades. Resulta fundamental entender que el circuito cerebral que controla la correcta capacidad de motivación sufre alteraciones en las personas con TDAH, por lo que a estos niños les requiere un esfuerzo mucho mayor sacar los cursos adelante, especialmente a partir de secundaria, a pesar de no tener dificultades intelectuales. De igual forma, el control de impulsos se ve igualmente afectado, es por ello que pueden hacer comentarios que están fuera de lugar, tener conflictos con los compañeros en clase o explosiones de ira, de las que siempre se arrepienten.
Nuestra psicóloga Isabel Menéndez nos habla sobre este tema y nos da algunos consejos para saber qué hacer en estos casos.