Un poco de historia
Para no aburrirles demasiado con datos y fechas, comenzaremos explicando la similitud que existía en un principio entre el término » dislexia» y la «ceguera verbal congénita» definida por primera vez por en 1892, cuando un paciente adulto pierde la capacidad lectora por una lesión cerebral.
Sin embargo no es hasta 1920, cuando un neurólogo y psiquiatra americano, Samuel Orton, da el verdadero empuje a la investigación de la dislexia y publica un estudio en el que describe las distorsiones lingüísticas y perceptivas de niños que tenían problemas de lectura. Define como muchos de estos niños invertían y hacía letras y palabras en espejo. El sugirió que la causa podría estar en la competencia por decirlo de algún modo de la dominancia de ambos hemisferios cerebrales. Sin embargo sus teorías sobre la etiología de este trastorno han sido ya superadas por las investigaciones posteriores. La mayoría de los neurólogos que han estudiado esta alteración coinciden en afirmar que puede ser el resultado de una alteración química molecular y tener un carácter hereditario. Los experimentos realizados con gemelos univitelinos así lo confirman, puesto que la concordancia del problema de dislexia entre ambos era del 100%.
Así pues, es interesante que pasemos a definir exactamente lo que quiere decir el término «dislexia» para luego concretar sus síntomas y características.
Según la mayoría de los estudiosos del tema, y mi propia experiencia, se puede hablar de dislexia cuando un niño con un nivel mental normal o superior, aprendizaje adecuado y sin problemas emocionales graves, no es capaz de establecer el mecanismo de la lectura y lleva un retraso de unos dos años con respecto a su edad mental que evidentemente y si no existe retraso intelectual, coincidirá con la cronológica.
En la actualidad y según nuestro sistema escolar, el niño no «debe» aprender a leer hasta los 6 ó 7 años. Sin embargo ésta es una opinión que está en tela de juicio en la actualidad, puesto que cada niño tiene un proceso madurativo distinto y aunque el » tope » por llamarlo de alguna forma, puede estar hacia esta edad, es perfectamente factible que un niño convenientemente preparado pueda abordar la lectura a los cuatro o cinco años. Por lo tanto un niño que con 7 ‐ 8 años, aún lee como un niño de seis y no logra llegar al nivel del resto de niños de su entorno, muy posiblemente sea un niño disléxico.
La dislexia, o dificultad para la lectura, se presenta a menudo acompañada de dificultad de escritura y muchas veces también con la discalculalia o dificultades especiales para el cálculo numérico.
Por lo tanto no es fácil diagnosticarla cuando se dan por ejemplo, todos los trastornos y en ocasiones cuando no hay una valoración intelectual adecuada, se ha llegado a tratar a estos niños como deficientes mentales. El caso contrario, del que he hablado antes, también es muy frecuente.
Cada vez se pone el límite de adquisición de la lectoescritura más tarde y por tanto los padres nos confiamos más y sentimos que los niños son muy pequeños, y que aunque aún no escriba o lea correctamente en tercero de primaria, es algo normal y que quizás sea porque es algo vago o no ha trabajado lo suficiente.
Todo ello conduce a errores de diagnóstico y retrasos que hacen que la reeducación sea mucho más ardua y complicada, además de proporcionar al niño el mejor camino para instalarse definitivamente en el fracaso escolar.
Sintomatología del síndrome disléxico
Es quizás éste, el capítulo más importante y por ello procuraré utilizar los términos más asequibles y huir de conceptos excesivamente profesionales.
Se ha de sospechar la existencia de un síndrome disléxico cuando el niño tiene dificultades para la lectura y ya ha superado por ejemplo primero de primaria y ha tenido una evolución de aprendizaje normal, (sin enfermedades, alteraciones afectivas que entorpezcan la madurez, etc.
Las dificultades de la dislexia son muy características, y no tienen que ver con la entonación, la rapidez, o la afición a la lectura, aunque por supuesto todo esto también está alterado.
‐ La lectura es muy lenta. Siempre por debajo de la media del grupo de su clase. Se producen en ella continuos tartamudeos. No suele hacer puntuaciones. Es también muy fácil que se cambien de línea, y se salten alguna porque su orientación espacial también es deficiente.
Además existen claras inversiones en las sílabas especialmente trabadas, puede leer pardo por prado, persa por presa, etc. Las rotaciones también son frecuentes, confunden la d y p, p y q, d y b, n y v, etc. con giros en su percepción de la letra de derecha ‐ izquierda o arriba y abajo.
Confusión de letras parecidas por su sonido, p y c, c y t. O confundir las letras por el punto de articulación . Suele ser muy frecuente la ll y la ñ, la ch r y l etc… Las omisiones son constantes, los padres dicen que » come muchas palabras y letras,» o que » lee muchas mentiras «.
‐ La escritura presenta las mismas dificultades que en lectura y yo diría que es uno de los síntomas más fáciles de detectar por lo » evidente».
Inversiones como escribir por ejemplo pader por padre, tarpo por trapo, Albreto por Alberto, etc. o rotaciones escribir dedo por bebo o pata por bata, dato por pato, números al revés, el 3, 2, 5 etc.. Omisionesde palabras enteras, de los plurales, o de letras sueltas en una palabra. Reiteraciones repitiendo varias veces la misma palabra o frase, Confusión de fonemas como ñave por llave, igresia por iglesia, etc.
A veces existe una auténtica escritura en espejo con niños que llegan a escribir totalmente al revés, aunque esto suele pasar en los primeros estadios.
Nada más clarificador que el dictado de un niño disléxico, con un coeficiente intelectual normal, al finalizar segundo de primaria: