El suicidio es la verdadera epidemia del siglo XXI. Los datos indican que de todas las personas que murieron por esta causa en el 2020, el 40,8% tenían entre 40 y 59 años, siendo el grupo de edad más afectado, seguido de los mayores de entre 60 y 79 años (el 26,9%) y los jóvenes de 20 a 39 años (el 16,8%). En los últimos años, las consultas referidas a este fenómeno se han multiplicado por 18,8 (con una tasa de crecimiento durante los últimos trece años del 1779,5%). Solo el año pasado creció un 90,9%, y la tasa de suicidio masculina es el doble de la femenina. Esto puede explicarse porque las mujeres expresan más y mejor sus emociones, lo que facilita el tratamiento, en contraposición a los hombres, a los que les cuesta más exteriorizar lo que sienten, sintiéndose más solos por ello.
El suicidio está entre las tres primeras causas de muerte en la población más joven, la situación ha aumentado durante la pandemia y aún sigue siendo un tema tabú para muchas personas.
En 2021 la Fundación ANAR ayudó a 16.442 menores, atendiendo 251.118 peticiones de ayuda, un 50,9% más que año anterior, y una tercera parte de las consultas (32,5%) fueron por problemas de salud mental, llegando a atender a 4.542 menores de edad por ideación suicida, autolesiones o intento de suicidio, según su informe anual.
La gran mayoría de personas que terminan con su vida presentan un trastorno mental, por lo que para evitar este drama resulta fundamental realizar un diagnostico precoz e intervenir lo antes posible. Muchas veces el suicidio es la fase final de la depresión, y se ve como una salida para la persona que la sufre.
Las consecuencias del suicidio para la familia del afectado son devastadoras, a menudo el sentimiento de culpa se encuentra muy presente y se buscan explicaciones, no se sabe como mitigar una angustia que se muestra invasiva y aturdidora. La familia puede sentirse traicionada, abandonada o avergonzada, y el duelo se hace especialmente difícil. En estos casos es de vital importancia buscar ayuda profesional y que el terapeuta escuche a todos los miembros de la familia y valide su forma de afrontar una situación extremadamente difícil, tratando especialmente de trabajar ese sentimiento de culpa tan difícil de superar.
Existen una serie de señales que nos pueden indicar que una persona tiene intención de acabar con su vida, y conocerlas puede ser de gran utilidad para intervenir a tiempo y tener más posibilidades de impedir una tragedia que se lleva la vida de tantas personas en el mundo, teniendo siempre en cuenta que hay situaciones que escapan a nuestro control y no podemos evitar. Nuestra psicóloga Isabel Menéndez nos habla de estas señales en el siguiente vídeo.