Se acerca el verano y la gente se refugia del calor en las playas y piscinas. Es el momento de aprovechar para tomar el sol y pasar más horas de lo habitual al aire libre, ya que el buen tiempo y las temperaturas así lo permiten.
El sol es una de las principales fuentes de vitamina D, y exponernos a él entre 15 y 30 minutos al día nos proporciona casi el 80% de la cantidad recomendada. La vitamina D es la encargada de mantener los huesos fuertes, fortalecer el sistema inmune, regular los niveles de fósforo y calcio en sangre, etc.
La luz natural, incluso en días nublados, activa nuestro cerebro y promueve el movimiento, mejora nuestra rendimiento cognitivo, aumenta los niveles de serotonina y la producción de betaendorfinas, que son hormonas que actúan como moderadoras de dolor y al mismo tiempo provocan sensación de placer.
Pero como todo en la vida, tomar el sol es una práctica en principio saludable y beneficiosa para nuestro cuerpo que se puede volver peligrosa y perjudicial si no se realiza con moderación y tomando las precauciones adecuadas, como por ejemplo usar protección solar adecuada y evitar pasar mucho tiempo expuestos, especialmente durante las horas centrales del día.
Un trastorno asociado a una exposición excesiva al sol es la tanorexia, que afecta más a las mujeres. Consiste en tener una imagen distorsionada del propio cuerpo, las personas que lo padecen consideran que nunca están lo suficientemente bronceadas o incluso se ven a sí mismas pálidas, por lo que se exponen de forma compulsiva al sol o acuden a cabinas de rayos UVA más veces de las aconsejables.
La tanorexia es peligrosa por los riesgos que supone para la piel y además es consecuencia de otros trastornos mentales que también requieren tratamiento profesional. En el siguiente vídeo nuestra psicóloga Isabel Menéndez nos da más información sobre esta adicción al sol.