Los videojuegos se encuentran presentes en prácticamente todos los hogares hoy en día. Son los regalos estrella para muchos niños y adolescentes, que a menudo esperan meses para poder conseguir los últimos títulos.
Los videojuegos gozan generalmente de mala fama, se asocian con adicciones y problemas de conducta que en muchos casos tienen su raíz en otros factores. La realidad es que estos juegos electrónicos presentan también una serie de beneficios que analizaremos a continuación.
Estudios han demostrado que los videojuegos pueden mejorar la capacidad lectora y la atención visual. En una época en la que los jóvenes apenas leen, estos juegos, especialmente los de rol, fomentan la lectura a través de sus diálogos, misiones e instrucciones.
Por otro lado, en un experimento llevado a cabo en Alemania se demostró mediante una resonancia magnética que las personas que jugaban a videojuegos aumentaban su materia gris en zonas del cerebro como el hipocampo derecho, la corteza prefrontal derecha y el cerebelo; áreas responsables de la navegación espacial, la formación de la memoria, la estrategia, la planificación y la motricidad fina de las manos.
Otro beneficio es que al jugar se ejercita la toma de decisiones rápidas y ágiles. Un grupo de científicos de la Universidad de Pittsburgh se encargó de desarrollar un videojuego en el que el jugador debía controlar a un médico. El experimento demostró que los individuos que pasaron una hora jugando lograron mejorar su capacidad en la toma de decisiones.
Otro punto positivo es que mejoran la capacidad de aprendizaje. Cuando se utilizan este tipo de recursos, se refuerzan los conocimientos ya adquiridos de una forma lúdica y entretenida, por lo que los niños aprenden jugando y son más receptivos a repasar conceptos previamente estudiados en el aula. Pueden resultar de gran utilidad juegos sobre matemáticas, acertijos, habilidad espacial, historia e incluso también jugarlos en otro idioma para practicarlo.
Como herramienta de ocio, existen muchos videojuegos multijugador que pueden sernos útiles para reforzar las relaciones familiares con padres y hermanos, cuando los niños son pequeños pero especialmente en los inicios de la adolescencia, cuando quizá resulta algo más complicado conectar con los hijos.
Entonces, ¿Por qué tienen tan mala fama? Porque como todo en la vida, usados en exceso o sin responsabilidad se convierten en un peligro.
Cuando los jóvenes van avanzando en el juego y superando obstáculos, se segrega en su cerebro dopamina y endorfinas, consiguiendo una sensación de placer y bienestar que les lleva a querer seguir jugando. Esto en sí mismo no es negativo, ya que este mismo proceso se repite cuando comen algo que les gusta, realizan una actividad de su agrado, ganan un partido o lo están pasando bien con sus amigos. El problema viene cuando dejamos que algo que les guste se convierta en lo único que hagan, ya que es entonces cuando su bienestar psicológico e incluso fisiológico depende de esa actividad y puede acabar generando una adicción.
Es por ello que la edad para dejar que nuestros hijos empiecen a jugar no debería ser nunca antes de los 6 años, y lo recomendable es tratar de retrasarlo hasta los 8 o 9 años. En estos casos, se debe empezar poco a poco, dejando que jueguen una o dos horas durante el fin de semana. Lo ideal sería que incluso a edades más tardías el tiempo de juego se redujera a sábado y domingo, cuando los chicos disponen de más tiempo libre, aunque esto puede variar en función del carácter de cada uno y el tiempo disponible. No podrá jugar el mismo número de horas un niño que gestiona bien el tiempo y es capaz de dejarlo cuando se lo pedimos que otro que se altera con más facilidad cuando juega y no sabe cuando parar.
Algo fundamental es respetar siempre la edad recomendada de cada videojuego y vigilar que los niños no consuman contenidos inapropiados para la etapa en la que se encuentran. Por desgracia es algo que no se suele tener en cuenta y es habitual que los menores jueguen a videojuegos recomendados para franjas de edad más altas de las que les corresponden. Activar el control parental y revisar de vez en cuando los chats en aquellos juegos que los tuvieran son buenas estrategias para proteger a los niños.
Como se menciona con anterioridad es muy importante que los videojuegos no sean la única vía de ocio que tengan los jóvenes y se conviertan de esta forma en el único regulador emocional con el que cuenten. Esto puede ser muy peligroso, y por eso siempre hay que combinar su uso con algún deporte o actividad que relaje y entretenga al niño, y también le ayude a relacionarse e interactuar con los demás en persona y no sólo a través de una pantalla como ocurre con los juegos online.
Por último, no es recomendable que los niños y adolescentes jueguen antes de irse a la cama, ya que esto puede hacer que no concilien bien el sueño y estén más “activados”, impidiendo que descansen bien. Lo mejor sería dejar de jugar al menos un par de horas antes de que se vayan a dormir, y tratar de que leyeran un rato o realizasen una actividad tranquila para calmar y relajar la mente.
Si detectas que tu hijo pequeño o adolescente presenta dependencia de los videojuegos, se muestra irritable o agresivo ya sea al jugar o cuando se los retiras, o es realmente difícil conseguir que pare cuando se lo pides, es posible que se esté generando una adicción que debe cortarse de raíz. No dudes en acudir a un profesional para que te oriente y ayude a gestionar una situación que puede ser muy difícil de resolver si no se ataja lo antes posible.