Al igual que los adultos, los niños sienten una gran variedad de emociones sobre lo que les sucede, así cuando el mundo que les rodea parece incierto o peligroso, sienten miedo o preocupación.
La mayoría de los niños, aprenden a manejar los problemas diarios de forma adecuada y con seguridad; sin embargo, otros tienden a preocuparse en exceso, lo que hace que se sientan nerviosos constantemente.
Si mi hijo tiende a preocuparse en exceso, ¿Qué puedo hacer?
- Establece la hora de las preocupaciones:
Determina el único momento del día en el que podemos hablar de todo lo que nos preocupa. Para ello, presentamos al niño esta estrategia como un juego, diciéndole lo siguiente:»Cielo, vamos a imaginar mentalmente una caja grande, de madera, con una cerradura y una gran llave que la abre y la cierra. ¿La puedes ver en tu cabeza?» Deja que tu hijo añada algún detalle más a su caja (color, forma, …) así le gustará mucho más.
Una vez que haya imaginado la caja, le diremos: «Esa es la caja de las preocupaciones, cada vez que te venga a la cabeza algo que te preocupe, cerrarás los ojos, abrirás con llave la caja y meterás dentro el problema. Después cerrarás la caja con la llave. Hasta que no llegue la hora de las preocupaciones no podremos abrir la caja»
Así cada vez que nuestro hijo se preocupe por diferentes motivos (la profesora le va a preguntar la lección, un compañero se ríe de él, no ha hecho bien una tarea…) en lugar de decirle «No te preocupes cielo, todo va a salir bien», le diremos que cierre los ojos y meta mentalmente esas preocupaciones en la caja. Así, una vez que nuestro hijo abra los ojos, cambiaremos el tema de conversación como si nada hubiera pasado.
De esta forma aplazaremos ese momento en el que a raíz de una sola preocupación los niños son capaces de comenzar a sentirse muy agobiados y nerviosos. Además estar enseñándoles a autocontrolarse.
Cuando finalmente llegue la hora de las preocupaciones, os sentaréis en un lugar tranquilo para poder «abrir tranquilamente la caja». Parece increíble pero, en la mayoría de las ocasiones, ¡nuestro hijo no recordará ni la mitad de ellas! Es el momento de hablar con él el tiempo que necesite sobre todo lo que ha sacado de la caja, hasta que ésta se quede vacía.
De esta manera sencilla enseñamos a nuestros hijos a aplazar sus preocupaciones a un momento tranquilo para ser habladas, pero ¿Por qué no crear también nuestra propia caja de preocupaciones?