Prisas, estrés, problemas en el trabajo, exámenes, discusiones con la pareja o los hijos… A veces parece que vamos a mil por hora y que nunca tenemos un momento para pararnos y hacer algo tan sencillo y básico como respirar despacio y relajar nuestro cuerpo.
La respiración diafragmática, también llamada abdominal, es una técnica muy utilizada en psicología para calmar nuestra mente, en ocasiones sobrecargada por todos los quehaceres de día a día.
De manera abreviada, el proceso respiratorio consiste en introducir aire cargado con oxígeno en los pulmones, oxígeno que luego es bombeado por el corazón a todo el cuerpo. El oxígeno permite que se pueda producir adenosín trifosfato (ATP), que es la fuente principal que necesita cada célula de nuestro cuerpo, y también ayuda a eliminar los deshechos y toxinas de las células.
Cuando estamos alterados, estresados o nerviosos a menudo respiramos de forma más agitada. Esto hace que los niveles de oxígeno aumenten y se reduzcan los de CO2. El cuerpo trata de estabilizarlos, y para ello “se niega” a respirar, y es al sentir esa sensación de ahogo, cuando respiramos aún más rápido, volviendo a empezar el círculo vicioso.
La respiración diafragmática resulta muy útil para disminuir el estrés y la ansiedad. Ralentizando el ritmo respiratorio, el sistema nervioso se relaja, el oxígeno se distribuye mejor por todo el cuerpo y se produce en nosotros una sensación de bienestar.
Esta respiración consiste en inspirar por la nariz el aire, despacio, y “llevarlo” hasta la tripa, haciendo que se hinche suavemente. Aguantamos unos segundos, y de la misma forma expulsamos el aire por la boca, despacio y focalizando nuestra atención en lo que estamos haciendo. Esperamos unos pocos segundos y repetimos el proceso al menos durante un par de minutos. Lo ideal es tumbarse para hacerla, pero también se puede hacer sentado en una silla.
No se trata de hincharse demasiado, al principio la sensación al practicar esta respiración puede ser incómoda o verse como poco natural, por eso es sumamente importante practicar varias veces al día hasta que finalmente le pillemos el truco y no abandonar a la primera de cambio.
Una vez que dominemos la técnica, nos puede resultar realmente útil ante infinidad de situaciones que nos puedan causar estrés: una presentación o reunión importante, un partido, un examen, una conversación difícil, etc. También se usa como técnica para conciliar el sueño cuando existen dificultades para ello, aunque los psicólogos recomendamos no esperar a que haya un motivo concreto para utilizarla. Simplemente usarla todos los días para mantener ese estado de relajación y de forma más concreta cuando nos encontremos ante una situación que active nuestro sistema de alerta. De igual forma, debido a su sencillez es una técnica que puede usarse a cualquier edad, por lo que también puede resultar de gran utilidad para los niños.